MÉXICO - El dolor que produce la despedida, la impotencia de no poder detener la muerte, se está originando en los hogares mexicanos, donde el coronavirus se extiende entre sus cuatro paredes.
“En la casa de mi tía falleció mi tía, su yerno”, dice Enrique Miranda, quien va y vine con los cilindros de oxígeno porque sabe que de eso depende la vida de por lo menos media docena de sus seres queridos, los cuales -dice- se contagiaron al convivir entre ellos.
"Abres la puerta pero no sabes el riesgo que estás corriendo, no saben donde estuviste ni si ellos han tenido las precauciones", dice Miranda.
"Es un escenario dramático catastrófico para algunas familias", dice el doctor Mauricio Rodríguez, investigador de la UNAM.
Ahí, en la Universidad Nacional Autónoma de México, investigadores han hecho un llamado urgente a detener la propagación intradomiciliaria, la cual se está convirtiendo en uno de los principales semilleros de la pandemia.
"La gente adentro de la casa siente que está protegida, el riesgo lo percibe afuera, entonces adentro se relajan las medidas y se descuida a los más vulnerables", dice Rodríguez, que forma parte de la Comisión COVID de la UNAM.
El académico indica que en este fenómeno, uno de los integrantes al salir a trabajar o por cualquier otra causa regresa infectado y sin saberlo lleva el virus a su casa.
Las consecuencias de este tipo de contagios son evidentes en los mismos hogares, donde con altares y veladoras lloran y recuerdan a quienes ya se han ido.
José Díaz fue a hacer unas compras, días después él y su familia también se enfermaron y hasta ahora están luchando contra la muerte.
"Mi suegra también tiene COVID y está en la parte de abajo aislada", dice Díaz.
Y de no detenerse esta cadena de trasmisión dentro de las familias, anticipan los expertos, el número de decesos tampoco lo hará.
